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Una fundamental entre las dos doctrinas es que la primera está basada en la verdad contenida en la Biblia y la segunda en una herejía. Aunque, a este paso, nuevos movimientos y corrientes que están surgiendo en las iglesias terminarán dejando, en comparación, a los arminianos casi como a unos ortodoxos.
El artículo enlazado abajo expone bastante bien las semejanzas y diferencias entre ambos, aunque algo tendré que puntualizar al final.Resumidamente, y ya que estoy explicando sus puntos en otras entradas, el calvinismo, teológicamente, pone su énfasis en la soberanía de Dios sobre todas las cosas, hasta el punto de que las personas son completamente incapaces de seguir a Dios o escapar de la condenación delante de Él por sus propios méritos (el hombre, a consecuencia de la caída de Adán, está incurso en el pecado, en un estado de depravación total, en el cual, es un enemigo de Dios). Todos somos culpables y sería justo que fuéramos condenados por nuestros pecados, pese a lo cual Dios, en Su Gracia y misericordia y en la soberanía absoluta que tiene elige a algunos para ser salvos, sin que estos hayan realizado obra alguna que les haya hecho merecedores de la misma a través de la obediencia de fe que es el regalo de Dios. Cada persona por quien Dios haya tenido misericordia es salvada sin que para ello sea obstáculo el estado pecaminoso en que se encuentra. El cristiano no pierde la salvación puesto que esta es sola y exclusiva voluntad de Dios y Él no va a perder a ninguno de los que ha decidido salvar.Dos de los pasajes bíblicos en los que Juan Calvino y, posteriormente, sus seguidores fundamentaron la doble predestinación fueron "así como nos escogió en unión con él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin tacha delante de él en amor. Pues nos predeterminó a la adopción mediante Jesucristo como hijos para sí mismo, según el beneplácito de su voluntad" (Efesios 1:4-5) y "Mas cuando se manifestó la bondad del nuestro Salvador Dios, y su amor para con los hombres, No por las obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia, nos salvó por el lavamiento de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo;" (Tito 3:4-5).Tras la muerte de Calvino, en 1564, su obra fue continuada por Teodoro Beza, surgiendo, en los años siguientes, las corrientes de los calvinistas llamados "supralapsarios" y los "infralapsarios", los primeros creían que Dios antes de crear el mundo, ya había decretado cuáles deberían ser salvos y cuáles condenados, mientras que los infralapsarios defendían que, a partir del pecado de Adán, fue cuando Dios decretó que ciertos hombres serían salvos y otros perdidos. Esta última ha sido la recogida por las iglesias presbiterianas.El arminianismo, fue fundado por Jacobo Arminio, teólogo holandés que vivió en la segunda mitad del siglo XVI, quien elaboró su doctrina como respuesta a la doble predestinación calvinista. Para los no iniciados o no conocedores, es una teología bastante curiosa, puesto que sustenta la salvación en la fe, pero no en la Gracia de Dios, en el sentido de que la fe puede perderse aunque se haya sido, en principio, salvo. Si el cristiano pierde la fe, pierde la salvación, en parte, pues, ésta dependería de Dios y, en parte, también del hombre. No acepta, por tanto, que algunos estén predestinados para salvación y otros predestinados para perdición. Otra de las ideas curiosas del arminianismo es la consistente en que, pese a que el hombre puede perder la salvación por sus propios actos, por su propia culpa, no obstante, desde antes de la Creación, Dios sabe quiénes serán salvos y quiénes no.La teología arminiana fue desarrollada, tras la muerte, en 1610, en un documento de cinco puntos titulado "Remonstrants". Estos puntos fueron tomados y estudiados por los seguidores de Calvino, quienes los refutaron con otros cinco puntos, que fueron llamados "los cinco puntos del calvinismo" (o Doctrinas de la Gracia), los cuales han sido la base para las denominaciones reformadas.La exposición, siendo bastante buena, no obstante contiene un único punto con el que no puedo estar más en desacuerdo, cuando se llama a que calvinistas y arminianos trabajen armonía para la predicación del Evangelio. Con respecto a la fe soy totalmente separatista, en cuanto que la única armonía posible es predicar la verdad, lo contenido en la Biblia, toda inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Timoteo 3:16-17) y no doctrinas, como el arminianismo, basadas en interpretaciones de las Escrituras carentes de base.Es cierto que, tras la condena del arminianismo, en 1618, por el Sínodo de Dordreht, Juan Van Olderbarnevelt y otros dirigentes arminianos fueron ejecutados, mientras que otros, como Hugo Grocio y Simón Episcopus, tuvieron que exiliarse, hechos lamentables, todo hay que decirlo, la refutación teológica se produjo estrictamente en base a la Biblia. El libre examen individual de las Escrituras y la confianza en ser ayudados por Dios, a través del Espíritu Santo, para comprenderlas, frente a la interpretación realizada por una organización eclesiástica piramidal y monolítica, fomentó, desde mediados del siglo XVI, una libertad que se expandió a otros campos. El libre examen llevó al surgimiento de una fe racional, alejada de los dogmas impuestos más allá del contenido de la Palabra de Dios manifestado en la Biblia, y basada en el libre pensamiento. Precisamente, una de las principales críticas desde la doctrina católica a la reformada es la aparición a partir del protestantismo de sectas como los Adventistas del Séptimo Día o los Testigos de Jehová, por no existir, precisamente, una doctrina unitaria.Esas desviaciones hay que combatirlas pero desacreditándolas con la Biblia, como hizo el calvinismo con el arminianismo. Pero, en todo caso, ese es uno de los precios que ha tenido la libertad, tener que convivir con esas corrientes, al igual que, en lo político convivimos, por ejemplo, con alguien que se declare comunista y odie la fe, aunque luchemos contra los principios de su ideología.Pero, en todo caso, estando por medio la verdad, con una doctrina como el arminianismo no cabe la fusión, unión o colaboración, sino que ésta salga del error.Calvinismo y Arminianismo: Entendiendo las Diferencias
-por Jorge L. Trujillowww.vidaeterna.org.
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Antes que nada, compartir con los lectores cristianos los pasajes que ayer, domingo, Día del Señor, leímos y estudiamos con Don Emilio, nuestro pastor:Gálatas 1:1-6: 1 Pablo, apóstol (no de parte de hombres ni mediante hombre alguno, sino por medio de Jesucristo y de Dios el Padre que le resucitó de entre los muertos), 2 y todos los hermanos que están conmigo:A las iglesias de Galacia: 3 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo, 4 que se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, 5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 6 Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente; 7 que en realidad no es otro evangelio, sólo que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8 Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Como hemos dicho antes, también repito ahora: Si alguno os anuncia un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema. 10 Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo. 2 Juan: 1 El anciano a la señora escogida y a sus hijos, a quienes amo en verdad, y no sólo yo, sino también todos los que conocen la verdad, 2 a causa de la verdad que permanece en nosotros y que estará con nosotros para siempre: 3 Gracia, misericordia y paz serán con nosotros, de Dios Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y amor. 4 Mucho me alegré al encontrar algunos de tus hijos andando en la verdad, tal como hemos recibido mandamiento del Padre. 5 Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. 6 Y este es el amor: que andemos conforme a sus mandamientos. Este es el mandamiento tal como lo habéis oído desde el principio, para que andéis en él. 7 Pues muchos engañadores han salido al mundo que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el engañador y el anticristo. 8 Tened cuidado para que no perdáis lo que hemos logrado, sino que recibáis abundante recompensa. 9 Todo el que se desvía y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la enseñanza tiene tanto al Padre como al Hijo. 10 Si alguno viene a vosotros y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni lo saludéis, 11 pues el que lo saluda participa en sus malas obras. 12 Aunque tengo muchas cosas que escribiros, no quiero hacerlo con papel y tinta, sino que espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que vuestro gozo sea completo. 13 Te saludan los hijos de tu hermana escogida.Tras el sermón de la tarde, aprovechando que el calor había remitido un poco, fui a dar un paseo por uno de los parques de mi ciudad y tuve ocasión de ver, sentado en un banco mientras pensaba en mis cosas, algo que parecía una especie de ceremonia pseudo-cristiana, puesto que estaban celebrando algo muy similar a la Cena del Señor, pero de una forma un poco peculiar. Eran un grupo de unos quince jóvenes, algunos con aspecto de españoles y otros de sudamericanos, algo muy similar a lo que vi en una ocasión en una iglesia pentecostal: tatuajes y piercings, con camiseta, bermudas y chanclas (sé que la fe no es cuestión de raza, nacionalidad o clase social, a todos nos llegará la hora de comparecer ante el Tribunal de Cristo, ni soy legalista al extremo, pero en los cultos al Señor un mínimo de compostura hay que tener), en general "modernitos", como se suele decir por aquí.En mi ciudad, prácticamente solo una iglesia merece considerarse reformada. El resto del panorama de iglesias evangélicas son todas pertenecientes a las Asambleas de Dios o al movimiento que ha venido en llamarse "Iglesia Emergente", iglesias que pervierten absolutamente la Palabra de Dios y que ofrecen una visión de la fe como si esta consistiera en presentar algo atractivo y adaptable a cada fiel, vanguardista y moldeable según las nuevas tendencias de la sociedad, buscando "cosas creativas".Es un intento de mezclar Iglesia y mundo, como si las dos fueran compatibles, olvidando que los cristianos vivimos y trabajamos en este mundo, pero no somos de este mundo. Sonará muy raro a quien no sea cristiano pero es la Verdad ("Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios", 1 Corintios 1:18) y eso está por encima de cualquier consideración de este mundo.¿A quién intentamos agradar? ¿A los hombres o a Dios? Líbreme Él de condenar a nadie, pero esta gente parece pensar que hace un favor a Dios atrayendo nuevas almas, que lo único que tendrán será una sombra de fe que se resquebrajará y se romperá a la mínima dificultad o al mínimo golpe que les dé la vida, cuando no es el hombre quien trae a nadie a Dios sino que Él mismo, con su gracia irresistible, atrae y adopta a quien quiera salvar de la muerte.Nos ha tocado vivir una época en que muchos supuestos creyentes, puede que involuntariamente, pero totalmente equivocados, terminan convertidos en servidores de Satanás.-------------------------------------------Continúo con la cuestión exclusivamente teológica que inicié el sábado.El hombre, como dije, es incapaz, por sí mismo, de guardar perfectamente los mandamientos de Dios, sino que diariamente los quebranta en pensamiento, palabra y obra. Todos pecamos cada día y, es más, Dios, mediante la Ley, nos demuestra que los hombres, por si mismos, son incapaces de cumplirla, que necesitamos el sacrificio de Cristo, que nos libre de la maldición de la Ley, aplacando la justa cólera de Dios por nuestras transgresiones diarias. Nada bueno hay en nosotros si Dios no lo pone en nuestro corazón y, aún así, aunque los cristianos intentemos perseverar en la santidad, sin que nos sostenga, podemos volver a caer. Pero, ¿por qué motivo?Si leemos la Biblia, sabremos que el estado natural del hombre es un estado de depravación total y por consiguiente, existe una inhabilidad total de parte del hombre para ganar, o contribuir, a su salvación.
La depravación total, uno de los cinco puntos desarrollados por los seguidores de Juan Calvino, a partir de su obra, no quiere decir que cada hombre es tan malvado como pueda ser (hay quien dice, muy desafortunadamente, que los calvinistas consideramos que "el hombre es poco más que basura"), ni que el hombre sea incapaz de reconocer la voluntad de Dios, ni tampoco de que sea incapaz de hacer algún bien hacia su prójimo o aun dar lealtad externa a la adoración de Dios. Lo que sí se quiere decir es que cuando el hombre cayó en el Huerto del Edén cayó en su totalidad. La personalidad completa del hombre ha sido afectada por la caída, y el pecado se extiende al completo de las facultades, la voluntad, el entendimiento, el afecto y todo lo demás.
La Biblia enseña con absoluta claridad que el hombre, por naturaleza, está muerto: "Así que como por un hombre el pecado entro en el mundo, y la muerte por el pecado; y así la muerte paso a todos los hombres, porque todos han pecado" (Romanos 5:12).
El hombre está esclavizado por el pecado: "Que con mansedumbre corrija a los que se oponen: si quizás Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad; y se zafen del lazo del diablo en que están cautivos a voluntad de él" (2 Timoteo 2:25). Solo Dios nos libra de la servidumbre del pecado: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre" (Éxodo 20:2), "En tu misericordia has guiado al pueblo que has redimido; con tu poder los has guiado a tu santa morada" (Éxodo 15:13), "Porque yo soy Jehová, que os he hecho subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios; seréis, pues, santos porque yo soy santo" (Levítico 11:45).
El hombre está ciego y sordo: "Y les decía: A vosotros os ha sido dado el misterio del reino de Dios, pero los que están afuera reciben todo en parábolas" (Marcos 4:11).
No estamos instruidos: "Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente" (1 Corintios 2:14).
Somos pecaminosos por naturaleza: "He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre" (Salmos 51:5); "Y vio Jehová que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis 6:5).
La depravación llega a tal punto que siendo ofrecida la salvación a todos, todas las personas la rechazan, prefiriendo estar en sus pecados y en lo mundano: "Y esta es la condenación: porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas" (Juan 3:19). El hombre no regenerado esta muerto en sus pecados (Romanos 5:12). Sin el poder del Espíritu Santo, el hombre natural esta ciego y sordo al mensaje del Evangelio (Marcos 4:11). El hombre sin el conocimiento de Dios nunca vendrá a reconocer esta doctrina a no ser que Dios le dé vida a través de Cristo (Efesios 2:1-5). La salvación es de Dios, nada podemos hacer si Dios no nos salva.
Esto nos llevaría al punto relativo a la elección incondicionada pero ya sería cuestión de tratar esto en otro momento.Como cierre, y volviendo al liberalismo, ¿entienden por qué muchos liberales insistimos tanto en que hay que limitar en lo posible el poder que caiga en manos de un ser tan depravado?.
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¿Lo soy yo mismo? ¿Tenemos razones de peso usted o yo para sostener sin pestañear que somos buenas personas?
Esta entrada trata exclusivamente sobre teología y es solo una introducción a otra que escribiré mañana o pasado mañana, dependiendo de mis ocupaciones.
De momento, piensen y reflexionen.
Por cierto, si a las anteriores preguntas han respondido que sí, es decir, que sí se consideran buenas personas entiendo que nunca jamás en su vida han incurrido en una sola de estas conductas (o incluso yo, si lo pensara):
1) Negar a Dios o no tener ninguno; la idolatría, o el tener o adorar muchos dioses, o algún otro como el verdadero Dios o en lugar de él, el no tenerlo ni confesarlo como Dios y como el nuestro, la omisión o negligencia en alguna cosa debida a él, requerida en este mandamiento, la ignorancia, olvido, falsas aprehensiones, opiniones erróneas, pensamientos indignos y malvados con respecto a Él, investigaciones curiosas y atrevidas tocante a sus secretos, toda impiedad, odio a Dios, amor a sí mismo, egoísmo, y todos los demás estados desordenados e inmoderados de nuestra mente, voluntad o afectos sobre otras cosas que nos aparten de él en todo o en parte; credulidad vana, incredulidad, herejía, error, desconfianza, desesperación, incorregibilidad, e insensibilidad bajo sus juicios, dureza de corazón, orgullo, presunción, seguridad carnal, tentar a Dios, usar medios ilícitos, y confiar en los lícitos; goces y delicias carnales, un celo corrompido, ciego e indiscreto, tibieza, y frialdad en las cosas de Dios, alejarnos y apostatar de Dios, orar o dar algún culto religioso a los santos ángeles a alguna otra criatura, todo pacto o consulta con el diablo y seguir sus sugestiones, hacer a los hombres señores de nuestra fe y conciencia, menospreció y desdén de Dios y de sus mandamientos, resistiendo o entristeciendo a su Espíritu, descontento o impaciencia por sus disposiciones, acusándole de locura por los males que nos manda, atribuir la alabanza de algo bueno que seamos, tengamos, o hagamos, a la fortuna, a los ídolos, a nosotros mismos, o a alguna otra criatura ("No tendrás dioses ajenos delante de mí").
2) Inventar, aconsejar, mandar, usar, y aprobar algún culto religioso por sabio que sea, pero que no haya sido instituido por Dios, el hacer alguna representación de Dios, ya sea de todos a de alguna de las Tres Personas, sea interiormente en nuestra inteligencia, a en lo exterior por alguna clase de imagen a semejanza de alguna criatura cualquiera, toda adoración de ella, de Dios en ella o por ella, el hacer representaciones de deidades falsas, y toda adoración de ellas o hacer algún servicio perteneciente a ellas. Todas las supersticiones engañosas, el corromper el culto de Dios, ya sea añadiéndole o quitándole, sean inventadas y tomadas por nosotros mismos, o recibidas por tradición de otros, aun cuando vengan con el título de antigüedad, costumbre, devoción, buena intención o cualquier otro pretexto, la simonía, el sacrificio; toda negligencia, desprecio, impedimento, y oposición al culto y ordenanzas que Dios ha establecida ("No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra: No te inclinarás á ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, sobre los terceros y sobre los cuartos, á los que me aborrecen, Y que hago misericordia en millares á los que me aman, y guardan mis mandamientos").
3) No usar el nombre de Dios de la manera que es requerida, y el abuso del mismo por una ignorante, vana, irreverente, profana, supersticioso, o malvada costumbre, mencionando o usando de cualquier otro modo sus títulos, atributos, ordenanzas, u obras; por la blasfemia, perjurio, toda maldición pecaminosa, juramentos, votos, suertes; la violación de nuestros juramentos y votos, si son lícitos, o el cumplimiento de ellos si corresponden cosas ilícitas, murmuración o queja contra los decretos de Dios, curiosas inquisiciones sobre ellos, o la aplicación falsa de los mismos, así como los actos providenciales de Dios; la mala interpretación, aplicación, algún otro modo de pervertir la palabra o alguna parte de ella, por chanzas profanas, cuestiones curiosas o inútiles, charlas vanas, o el sostener falsas doctrinas, en abusar el nombre de Dios, de las criaturas o de alguna cosa que está bajo de él; encantos, prácticas y concupiscencias pecaminosas; difamación, desprecio, injuria, o la oposición grave a la verdad, gracia y caminos de Dios; hacer profesión de religión con hipocresía o por fines pecaminosos; avergonzarse de ella, o la vergüenza de ella por considerarla molesta, sin ninguna sabiduría, infructuosa, o el andar en ella de un modo ofensivo, o el abandonarla ("No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano").
4) Omisión de los deberes exigidos, el cumplimiento negligente, descuidado y estéril de ellos, así como el cansarse de los mismos, toda profanación del día por ociosidad y por hacer lo que en sí mismo es pecaminoso, y por pensamientos, palabras y obras innecesarias acerca de nuestros empleos y recreaciones mundanas ("Acordarte has del día del reposo, para santificarlo: Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; Mas el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios: no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas: Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: por tanto Jehová bendijo el día del reposo y lo santificó").
5) Con respecto no sólo a sus padres naturales, sino todos los superiores, tanto en edad como en aptitudes; y con especialidad aquellos que por las ordenanzas de Dios están sobre nosotros en un lugar de autoridad, ya sea en la familia, en la iglesia o en la sociedad: toda negligencia en los deberes exigidos para con ellos, envidiarlos, menospreciarlos, la rebelión contra sus personas y posiciones, sus buenos consejos, mandatos y correcciones; maldecirlos, burlarlos, así como todo porte refractario y escandaloso, que traiga la vergüenza y la deshonra para los superiores y su gobierno ("Honra á tu padre y á tu madre, porque tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da").
6) Quitarle la vida a otros, a no ser un caso de justicia pública, de guerra lícita o de defensa necesaria, la negligencia en el uso de los medios necesarios para preservar la vida o el desprecio de ellos; el enojo pecaminoso, el odio y la envidia, deseo de venganza; toda ira excesiva, ocupaciones que acongojan, el uso inmoderado de la comida o bebida, trabajo y recreaciones; palabras provocativas, oprimir, disputar, golpear, herir y todo lo que tienda a destruir la vida de alguno ("No matarás").
7) El adulterio, la fornicación, el rapto, el incesto, la sodomía y toda concupiscencia contra la naturaleza, todos los pensamientos, propósitos, imaginaciones y afectos impuros, todas las conversaciones impuras así como el prestarles atención; miradas lascivas, imprudentes, lo mismo que el comportamiento ligero, y maneras destituidas de modestia, prohibición de los matrimonios lícitos y autorizar los ilícitos; aceptar, tolerar, cuidar casas públicas o frecuentadas, votos enredadores de vida soltera, dilación indebida del matrimonio, tener más de un cónyuge a la vez; el divorcio injusto o la deserción; la ociosidad, glotonería y borrachera, compañías impuras, cantos, libros, pinturas, bailes y juegos lascivos; y todos los demás actos de impureza o provocaciones a ello, tanto tratándose de nosotros como de los demás ("No cometerás adulterio").
8) Robo, salteamiento, ser plagiario o negrero, así como el recibir una cosa robada, comercio fraudulento, pesas y medidas falsas, quitar linderos, la injusticia y la infidelidad en los contratos entre hombre y hombre, o en cosas depositadas; la opresión, extorsión, usura, cohechos, litigios vejatorios, la depredación y destrucción de los linderos, monopolios gravosos, ocupaciones ilegales, y todos los demás modos injustos y pecaminosos para tomar o quitar lo que pertenece a nuestro prójimo, o para enriquecernos; la codicia, apreciación y afecto desmedido hacia los bienes mundanales, cuidados distraídos y desconfiados para adquirir, guardar y usar de dichos bienes; envidiar la prosperidad de otros, asimismo prohíbe la ociosidad, prodigalidad, juegos de azar; y todas las maneras por las cuales perjudicamos indebidamente nuestro estado externo; y también el privarnos del uso debido y las comodidades del estado en que Dios nos puso ("No robarás").
9) Toda preocupación contra la verdad y buen nombre tanto nuestro como del prójimo, especialmente delante de los tribunales públicos; dar falso testimonio, sobornar testigos falsos, y a sabiendas comparecer y defender una mala causa, desafiando y subyugando la verdad, dictar sentencias injustas, llamar malo a lo bueno y bueno a lo malo, recompensar la obra del malo conforme a la obra del justo, y al justo conforme a la obra del malo; falsificar, disimular la verdad o callarla indebidamente en una causa justa, y el estarnos en paz cuando es nuestro deber hablar; las quejas a otros, hablar la verdad fuera de tiempo o maliciosamente por lograr un fin perverso, pervertirla con una significación errónea, o expresarla dudosa o equivocadamente, en perjuicio de la verdad y la justicia; hablar fuera de la verdad, mentir, calumniar, murmurar, detractar, circular malos rumores, cuchichear, ridiculizar, ultrajar, la precipitación, la dureza y las censuras parciales, la mala interpretación de las intenciones, palabras y acciones; adular, la jactancia y vana gloria, pensar o hablar demasiado alto y despreciativamente de nosotros o de los demás, negar los dones y gracias de Dios, aumentar las pequeñas faltas, ocultar, excusar o atenuar los pecados cuando somos llamados a una confesión de ellos, descubrir sin necesidad las debilidades, levantar falsos rumores, recibir y patrocinar malas especies y cerrar nuestros oídos a la justa defensa, malas sospechas, la envidia o la tristeza por el merecido crédito de otro, procurar o desear menoscabado; regocijarse por su desgracia o infamia, el desprecio insolente, una admiración vana, quebrantar promesas lícitas, descuidar cosas tales como las buenas noticias, y practicar o no evitar nosotros mismos, o no impedir lo que podamos con otros, cosas que produzcan mala fama ("No hablarás contra tu prójimo falso testimonio").
10) El descontento con nuestro propia estado, la envidia y tristeza por el bien de nuestro prójimo, juntamente con todas las emociones y afectos desordenados para alguna de las cosas que son suyas ("No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo").
A lo largo de la historia, ¿ha pisado la faz de la tierra algún hombre, aparte de nuestro Salvador, que haya vivido una vida perfecta y limpia de todo pecado? ¿Quién no incurre a diario en varias de estas conductas? Ningún hombre es capaz, ni por sí mismo, ni por alguna gracia recibida en esta vida, de guardar perfectamente los mandamientos de Dios, sino que diariamente los quebranta en pensamiento, palabra y obra.
Mañana, más respuestas..
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No hay ninguna duda de que el pensamiento liberal clásico tuvo en la reforma protestante uno de sus antecedentes. La ruptura de la unidad religiosa anterior, supeditada a una única instancia totalmente jerarquizada y siendo la única legitimada para la lectura e interpretación de las Sagradas Escrituras, pasando al libre examen de las mismas por parte de los fieles, que arrancó con Martín Lutero y continuó, muy especialmente, con el gran Juan Calvino, llevó a una ola de pluralismo religioso y político que se expandió por el norte de Europa, las islas británicas y Norteamérica, tras la llegada de los puritanos a mediados del siglo XVII, nunca vista antes en el mundo occidental. Hubo claroscuros, no hay duda, podemos pensar, por ejemplo, en el furibundo antisemitismo de Lutero en los escritos de sus últimos años o en la ejecución de Miguel Servet ordenada por el gobierno ginebrino de inspiración calvinista, pero es innegable lo positivo del legado tanto del teólogo alemán como de Calvino.
El libre examen llevó al surgimiento de una fe racional, alejada de los dogmas impuestos más allá del contenido de la Palabra de Dios manifestado en la Biblia, y basada en el libre pensamiento. Superada la teología rígida imperante hasta entonces, al examinar cada hombre las Escrituras en busca de la verdad revelada, se abrieron numerosos campos de debate y razonamiento que se trasladaron a otros ámbitos distintos del religioso. El pensamiento se desligaba de la imposición de instancias humanas al afirmarse que, en la lectura de la Biblia, la única guía para el hombre sería el Espíritu Santo y que el hombre únicamente sería responsable ante Dios de la interpretación que realizara. La salvación dependía enteramente de Dios, puesto que el hombre está inhabilitado para obtenerla, pero ya no estaríamos hablando de "méritos ante otros hombres", origen esta idea del principio de responsabilidad individual, puesto que se rechazaban los conceptos inmutables impuestos al ser humano por autoridades ajenas a su propia conciencia.
Esta interpretación personal de las Escrituras que promovió el protestantismo, sobre todo a partir del calvinismo, llevó a la concepción de una serie de principios de libertad económica que, a partir del siglo XVI, encontraron su legitimación como libertades que Dios concedía a los hombres y que ninguna institución mundana, fuera estatal o eclesiástica, podía impedir o limitar. El capitalismo es cierto que no surgió a raíz del protestantismo, sino en ciudades mercantiles italianas como Florencia durante la Baja Edad Media, pero sí es verdad que el pensamiento reformado le dio una dimensión moral que no había tenido hasta entonces. Mientras en el mundo católico existía una visión, procedente de una errónea interpretación del Evangelio, de que la ganancia y el éxito es algo moralmente reprobable (eso ha quedado grabado a sangre y fuego en España, sin ir más lejos), el liberalismo capitalista triunfó en el protestante al extraerse una serie de ideas gracias al libre examen y discusión de las Escrituras, tales como la censura del gasto público excesivo (ej.: Samuel se opuso al deseo de Israel de ser gobernado por un rey ante los enormes gastos que ocasionaría el mantenimiento de la estructura administrativa de la realeza), un tipo impositivo único (la Biblia, en Números y Deuteronomio, fija un tipo único del 10%, el diezmo, para toda la población de Israel, sin excepciones), el respeto a la propiedad privada (la historia de Nabot y cómo se opone a la expropiación de su viña por el rey Acab), el cumplimiento de lo estipulado en los contratos (la parábola de los viñadores, Mateo 1:20-16), la dignidad de todo tipo de trabajo, la virtud del ahorro, un espíritu emprendedor, basado en las confianza en las promesas de Dios, sin esperar a que otro te ponga el plato de comida en la mesa, la conveniencia de no despilfarrar en épocas de bonanza económica sino llenar el "granero" de las arcas públicas (las medidas ordenadas por José cuando fue nombrado gobernador de Egipto), la prohibición de los préstamos "subprime" (como podemos inferir de Levítico 19:9-10, 25:35-43), la igualdad ante la ley (Éxodo 23:6 o Levítico 19:15) o la prohibición de una política monetaria inflacionista (en Isaías 1:22 se nos dice "Tu plata se ha convertido en escorias, tu vino está mezclado con agua").
La uniforme y monolítica interpretación católica de la Biblia, primero, y, después, la del intervencionismo socialista, que bebe de la primera aunque, en teoría, sea un contendiente en el plano moral, han difundido la idea de que el progreso económico, la ganancia y la competencia son malos, inaceptables e inmorales per se.
Siempre se olvida que los principios económicos bíblicos solo se pueden deducir conociéndola e interpretándola globalmente. Muchos versículos tomados sin tener en cuenta el contexto y el resto de la Biblia y, lo más desastroso, interpretándolos desde un punto de vista ateísta y humanista, podrían dar la idea de que en las Escrituras se defienden cosas como la redistribución forzosa de la riqueza, por ejemplo, cuando Cristo habla de no acumular riquezas en este mundo porque serán corroídas por la carcoma no habla de que empecemos a desprendernos desaforadamente de lo que tengamos, sino de que esa no debe ser, como cristianos, nuestra fijación en esta vida, no debemos adorar al dios dinero en lugar de a Dios ("no tendrás dioses ajenos delante de mí" dijo Dios a Moisés en el Sinaí). Pero por supuesto que no nos pueden obligar forzosamente a desprendernos de lo que hemos ganado más allá de lo que tengamos que pagar para el sostenimiento de las cargas del Estado (ese 10% que se fija en la Ley Mosaica).
Siempre hay que partir de la base de que la Biblia contiene numerosos mensajes que proceden todos de Dios, no de lo que nosotros entendamos, como humanos, que deba ser.
Uno de los pasajes del Evangelio más manipulado interesadamente es el de Marcos 10, del cual, normalmente, solo se cita el versículo 25:
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dice á sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 24 Y los discípulos se espantaron de sus palabras; mas Jesús respondiendo, les volvió á decir: ¡Hijos, cuán difícil es entrar en el reino de Dios, los que confían en las riquezas! 25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que el rico entrar en el reino de Dios. 26 Y ellos se espantaban más, diciendo dentro de sí: ¿Y quién podrá salvarse? 27 Entonces Jesús mirándolos, dice: Para los hombres es imposible; mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.
No es la única, es una de las muchas ocasiones en que Jesús dice que la salvación no es por nuestros méritos sino por gracia de Dios, para quien todo es posible, incluso salvar a algo tan impío como el hombre. No son las riquezas terrenas sino las del alma las que nos salvan. Las primeras no son malas, la prosperidad económica en sí no es mala pero no debe ser la única fijación en la vida, el dios dinero o el dios metal ("no tendrás dioses ajenos delante de mí", recordemos) pero la verdadera riqueza son las segundas, el Evangelio, como sigue diciendo Cristo:
28 Entonces Pedro comenzó á decirle: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido. 29 Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo, que no hay ninguno que haya dejado casa, ó hermanos, ó hermanas, ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos, ó heredades, por causa de mí y del evangelio, 30 Que no reciba cien tantos ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, é hijos, y heredades, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
Algo muy similar se dice en Proverbios 11:28, "El que confía en sus riquezas, caerá, pero los justos prosperarán como la hoja verde".
La Biblia no condena la riqueza sino el culto al materialismo sin Dios, nos pone unos límites morales con los cuales todos los liberales estamos de acuerdo. En este pequeño artículo, publicado en la web Iglesia Reformada, el reverendo José Luis Podestá nos lo aclara desde el punto de vista estricto del Evangelio:¿Es pecado tener dinero y bienes?
(basado en Luc.12:13-21)
Por José Luís PodestáPublicado en iglesiareformada.com
No hay nada malo en tener dinero, propiedades y bienes materiales, mientras no condescendamos que esos bienes se conviertan en suplentes de Dios. Cristo nos ha prevenido: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mt. 6, 24).
En el Antiguo Testamento se insiste mucho en que debemos elegir entre Dios y los ídolos o falsos dioses. En el Nuevo Testamento Jesús contrasta el dinero a Dios. Así que debemos cuidar que el dinero no se nos convierta en un ídolo, cosa muy común hoy en día, en una sociedad tan materialista, pero de un materialismo sin sentido, no con beneficio, si no el tener por el tener mismo, que sustituya a Dios, y que sumado a vías poco honrosas para obtenerlo se transforma casi en una exclusiva dedicación, empeño... hasta nuestro amor, logrando así suplantar a Dios, transformándose en un “dios” para nosotros, tengamos cuidado a lo que lleva cuando transformamos el amor debido a Dios a un amor neurótico por lo material.
Los bienes materiales no son malos en sí mismos, pues nos han sido suministrados por Dios. Y, siendo esto así, significa que Dios es el Dueño, y nosotros somos solamente “administradores” de esos bienes que pertenecen a El, de allí que cuando seamos juzgados se nos tomará en cuenta cómo hemos administrado los bienes que Dios nos ha confiado.
“Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males; lo cual codiciando algunos, se descaminaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1 Tim. 6, 10). Pero observemos que Pablo no dice que el dinero mismo sea la cepa de todos los males, sino “el amor al dinero”, ese amor desordenado, casi cayendo a un amor lujurioso por lo material, ya que nuestro amor tiene que dirigirse solo a Dios, no a lo material.
“¡Necio!”, exclama el Señor Jesús en su parábola sobre el hombre rico acumulador exagerado de riquezas. Y le dijo Dios: “Necio, esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”(Luc.12:20). Evitemos toda clase de mezquindad, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de bienes que ostente.
Cuantas veces, ese pronunciamiento de Cristo, que es tan cierto y tan evidente para todos, se nos relega en un rincón de nuestra mente y de nuestra alma, si lo recordáramos cada día, ¡Que distinto seria el mundo de hoy!, cuantas veces nos sorprende a muchos la muerte amando más al dinero que a Dios o teniendo al dinero en el lugar de Dios.
¿Cómo somos los hombres y mujeres de hoy? ¿Seguimos los consejos de Cristo con relación a los bienes materiales? ¿O ponemos todo nuestro ahínco en buscar dinero y en conseguir todo el que podamos, para acumular y acumular? Y... para qué, si al llegar al mundo no trajimos nada, y cuando nos vayamos de este mundo no nos llevaremos nada, ¿o creen que si se llevaran algo?
Tengamos cuidado en no torcer nuestro amor al verdadero tesoro que es Dios Uno y Trino, y dejarnos morder por la víbora del materialismo espurio, olvidándonos del verdadero tesoro, con esto no quiero decir que no debamos prever nuestro desarrollo personal, sostener dignamente a nuestras familias y a nosotros mismos, incluso tener un ahorro para nuestras vidas y nuestras cosas, lo que quiero enfatizar es cuando pasamos el limite de la realidad y la necesidad, el tener por el tener, la destrucción del ser a costa del poseer, ¡cuidado! , que la línea es muy delgada, si no estamos firmes en Cristo, podemos caer en ese sutil mordisco de la avaricia, y recuerda, ¿cuando mueras te llevaras algo?, que Dios nos de la fuerza para ser fieles a su palabra y que sepamos ser verdaderos y fieles administradores de los recursos que el nos da.
Rev. José Luis Podestá .